lunes, diciembre 01, 2003

Reclamando mi derecho a pataleo

Me harté, hoy fue uno de los días mas asquerosos de mi vida, ahogante, asfixiante, sin el más mínimo movimiento de libertad. Estoy chato, ya no doy más en la rutina. Todo, absolutamente todo, sin excepciones, se ha vuelto tan predecible, que la vida misma ha dejado de ser interesante.

Estoy demasiado aburrido de estar un día súper bien, y el otro, demasiado mal. Hoy todo me salió al revés, tan así, que se volvía a enderezar solo. Estoy asqueado, necesito que llegue el viernes para salir por fin de clases…el viernes.

Demonios, que fue traumante este viernes, fue simplemente demasiado para mí, siento como que si el viernes, el Ignacio me hubiera abierto la cabeza, y me la hubiera llenado con ácido, y luego la hubiera cerrado, tirando la llave lo suficientemente lejos como para perderme en el camino, como para perder el sentido. Le juré que no le iba a contar a nadie sobre lo que me contó, pero eso no significa que no pueda desahogarme…al menos lo intentaré.

El Ignacio, mi mejor amigo en séptimo básico, simplemente tiene una cagá en su vida, y no hay nadie quien pueda ayudarle, solamente él puede, pero sé que le costará encontrar el camino. Hablaré un poco sobre él.

Ocurre que hace unos meses, él se fue de su casa, de la casa de su mamá y su padrastro, por una supuesta pelea, y terminó viviendo con su papá, en Vitacura, en un departamento. Su madre, por lo que recuerdo según lo que él me contaba en séptimo, una vieja histérica. Su padre, un drogadicto que llega todos los días a las cuatro de la mañana a su casa.

Nunca supimos los motivos de la pelea, pero según él, su padrastro le quería pegar a su mamá, y el Ignacio, tratando de defenderla, se agarró con él a combos. Luego de eso se fue de la casa y su papá fue a buscar las cosas de él para que se fueran a vivir juntos.

Ocurre que el viernes, o mejor dicho, el sábado, a las 1 y cuarto de la mañana, en nuestro “segundo hogar”, mientras estábamos pasando un rato, tomándonos unas chelas, con el Andrés, el Sebastián, él y yo, empezó a desahogarse con lo de su mamá, como lo ha venido haciendo estos últimos fines de semana, y me contó qué fue lo que ocurrió, a mi, solamente a mí.

Un día se cortó la luz en su casa, y él estaba frente al computador, y aparece su hermana, de 6 años… (Suspiro, leve quejido de agotamiento y dolor), y se sienta en sus piernas…entre llantos, le logro entender que él se excitó, lamentándose, mientras tormentas de lágrimas incineraban su mejilla, me enteré de que él abusó de ella…él…la manoseó. El Ignacio estaba atacado, convulsionado, realmente afectado, y el Andrés con el Sebastián, estaban lejos, hueviado, sin enterarse en ningún instante de lo ocurrido.

El Ignacio estaba llorando, demasiado arrepentido, demasiado perturbado como para inventar una excusa. Y le juré que nadie se enteraría, mientras entre el asombro y la incomprensión, me recuesto en el pasto, con lágrimas en los ojos, abrazándolo, consolándolo, tratando de calmarlo. Me desperté el sábado en la mañana con la incómoda sensación de tener que ir al colegio a preparar la kermesse. No sé que pensar, estoy demasiado abrumado como para respirar…sin poder desahogarme, atrapado en esta prisión de carne y de piel.

Y lo peor de todo, fue la sensación de no tener a nadie para desahogarme, a nadie. Solamente a la gente desconocida, a la gente que es capaz de escucharme, pues está interesada en mí, a la gente que generalmente trato de esquivar. ¿Mis amigos?, pues ellos están donde deben estar, en un trono de maravillas, esperando a que yo les sirva manjares de felicidad, para no perturbar el maldito equilibrio que los rodea.

Cómo necesité hoy, de alguien querido que me preguntara cómo estaba.
Cómo necesité hoy, de las melodías comunicativas de las voces de mis amigos.
Cómo necesité hoy, creer que todo había cambiado, que todo era distinto.
Cómo necesité hoy, de las caricias de mi amada, de mi difunta amada.

Esperé, esperé y no llegó nadie, hasta que tuve que salir a buscarlos, pero por más que traté de tocar la puerta, esta no sonaba. Demonios, cómo necesité hoy de tus oídos, Nicoll, cómo necesité hoy de tu mirada, Débora, cómo necesité hoy de tus abrazos, Claudia. Felipe, ¿Dónde estabas hoy, que tanto te necesité a mi lado?

Por favor, alguien que me enseñe la salida a sus propios corazones, alguien que me ayude a superar mis trancas. Necesito de alguien que sufra tanto como yo sufro por ella. Una persona que nunca llega, y que aún no encuentro.

Cómo necesité hoy, creer que yo ya no era el mismo, que era mejor.
Cómo necesité hoy, olvidar que soy un pobre solitario perturbador de armonías.

¿Hay alguien allá afuera?, debería, pues de otra forma, creo que no podría continuar. Mierda, no he cambiado, era una maldita fucking mascara, palabra que odio con toda mi alma, con un odio más grande del que te podrías imaginar. Máscara barata, te destiñes con una simple lágrima.

PD: agujero, no responderé tus llamados, no insistas.

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