miércoles, diciembre 10, 2003

Prosa desesperada

Mañana empieza la gira de estudios, un viaje de ocho días por lo que supongo será una travesía por lo más tenebroso de mi lado oculto. Ocho días de agonía, de expectación, esperando a que algo suceda, a que tanta paranoia signifique algo. Algo a lo cual le temo, pero a la vez, lo deseo. Necesito que ocurra lo inevitable, para estar tranquilo, para saber que todos mis temores no fueron en vano. Para saber que el miedo era real, y no autoinducido.


Metáfora

Pero mi deseo de estar cerca de ella se neutraliza con el temor de alejarme a la vez. Ella desaparecerá, se irá, es esfumará, y yo, quedaré solo, girando en esta pantanosa calle húmeda, preguntándome qué haré con todo este perfume que se desliza a través de mis fosas nasales, mentales, espirituales, pues mi miedo se justifica con el hecho de que con cada centímetro que avanzo hacia ella, se va convirtiendo en una niebla toda la belleza que tanto me ha cautivado. ¿Me acercaré a ella, para deleitarme con su perfume, con su atrapante y esclavizante perfume, o me quedaré aquí, maravillándome con su preciosa figura, con su cautivante hermosura?, dime tú, extraño ser de pelo rojo, ¿Qué haces en una noche como ésta, tiritando de nervios, mojándote por la lluvia que al fin y al cabo no son más que tus lágrimas, delante de mi?

Debo tomar una decisión, una rápida decisión sobre ti, mujer dueña de mis pensamientos y cada vez más de mis emociones y sentimientos. Creo que si descanso lograré resolver esta inquietud… (Suspiro, leve quejido de agotamiento y presentimiento)…creo que es la única opción. Me acercaré a ti, pues sé que eres lo único que tendré en mucho tiempo, pues siento que eres lo único que pensaré en mucho tiempo, quizás, toda la eternidad hasta que amanezca.

Luna, me alumbras ahora, en mi momento más oscuro y confuso, pero me gustaría que te fueras, que te escondieras, para que el sol, ese utópico astro de esperanza, me guíe en mi camino, ¿cuál es mi camino?, no lo sé… ¿lo sabes tú acaso?


Luna, tú, que has girado innumerables veces alrededor mío, del universo, tú, que has visto envejecer las edades, morir héroes, nacer reyes, crecer espíritus perdidos en sus propias dudas, dime, ¿qué es lo que debo hacer?, astro de sabiduría y melancolía.

En un desesperado intento corro hacia ella, tratando de compenetrarme con su fugaz existencia, en un desesperado intento la tomo dulcemente por los hombros, mientras mis manos se van hundiendo más y más en su cuerpo que se desvanece. Se está desvaneciendo por completo, se está convirtiendo en una espesa neblina de perfume, y en el último instante de vida de esta aparición divina, en el último segundo de vida de esta idealizada imagen de mi difunta amada, ella voltea su cabeza, moviendo su cabellera tal como si fuera una llama danzante al ritmo de los latidos de mi corazón, y, en el último latido de vida, veo unos ojos, tan profundos como el océano indiferente, tan bellos como los atardeceres de hierro, tan vivos como la esencia misma de la melancolía imperfecta. Ojos cafés, llenos de esperanza y de alegría, llenos de manjares y de prados inmortales…ojos verdes llenos de un rojo tan intenso como el cielo mismo, el cual ahora, está cubierto solamente por una gris niebla de soledad, por una morada neblina de cuestionamientos, por una verde nube de placer espiritual. Tu perfume ya no es perfume, sino algo tan simple como un recuerdo, el cual ha tallado un lugar de manera brutal en mis memorias…la lluvia cae, y en el recuerdo de tu mirada, aparece el sonido de un teléfono, de una llamada, que suena lejos, distante, calle abajo… ¿chorro de sangre abajo?, pues si, sangre, ¿mi sangre?...lo había olvidado por completo, un sonido que proviene de lo más lejos de la estela roja que avanza calle abajo por el pavimento.

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