lunes, diciembre 15, 2003

Gastando oxígeno

El viernes fui donde mi primo y me quedé hasta ayer en la noche, es por eso que no estoy donde mi papá trabajando, pues llegué muy tarde y no tenía tiempo de organizar mis cosas.

Supongo que todos en la gira la estarán pasando muy bien. Yo no la estoy pasando mal, pero estaría mejor si ella estuviera aquí conmigo. No importa, pase lo que pase, deberé aceptarlo, como lo hago siempre…para hoy, un cuento escrito por mí…


Ciegos.

Sus pupilas se dilataron, manifestando sólo con la mirada, un dolor inmenso. Posó una mano, tan sorprendida como la otra sobre uno de los pilares del edificio, en expresión de cansancio, y lentamente empezó a arrodillarse a mil dudas por segundo. En el suelo, con una rodilla en el piso, mirando como las gotas de sangre castigaban al suelo, dio uno de sus últimos suspiros, leves quejidos de agotamiento e incredulidad.

La mano que tenía libre, la mano que no estaba obligada contra su voluntad, empezó a acercarse cada vez más hacia la herida, hacia ese tubo de escape de sentimientos, tan titubeante como cuando solía extenderse en las escaleras del metro de santiago, en busca de unas cuantas monedas para calmar el hambre. Que días aquellos…

Sólo basta una sonrisa ajena para recordar las miserias que pasó, fulminantes flash-backs que incineraban lo poco de dignidad que aún era capaz de aferrarse al cuerpo cada vez más inerte del mendigo. Épocas en que la luz del sol le hacía recordar que una nueva batalla estaba por comenzar, épocas en que la gente, con su miradas perdida en asuntos tan o más importantes como llegar a tiempo a casa para ver la telenovela de moda, le hacía recordar al hombre su calidad de “intocable”.

Era una injusticia, él, arrodillado en el piso, tratando de encontrar entre sus recuerdos un momento que valiera la pena, un momento que le permitiera descansar en paz, mientras el reloj de sangre avanzaba más y más rápido según su nivel de desesperación.

Poco a poco empezó a alzar la mirada, en busca de ojos amigables, pero sabía que era en vano…sólo se vive una vez, y solo una vez encontró esos ojos en una parte. Fue un día de Invierno, en su escalón de siempre, cuando una niña de ojos azules se le acercó a saludarle. Él, impávido le devolvió el saludo, impresionado y un poco incómodo a la vez. Incómodo pues nunca lo habían mirado a los ojos de esa manera.
-Mamá, ¿por qué el viejito pascuero está vestido así?-preguntó la pequeña, tan inocente como la luna misma.
-Vámonos –dijo la madre en un tono tan indiferente como su propia existencia mientras la pequeña se alejaba de la mano de su madre…

Pero el recuerdo fue interrumpido por otro, que trataba de hacerse paso entre sus pensamientos, destruyéndolos a todos, para adueñarse completamente de la prioridad de la mente. Era el recuerdo vano y frágil de la mano desnuda que le dio esa estocada final. Malditos yuppies, hijos de perra, asesinos deportistas, pero ya nada importaba. A estas alturas, ya no servía para nada odiar a nadie.

Bruscamente cayó de bruces, exaltando a tres palomas que salieron aleteando, en busca de más sangre para beber, en busca de otro mendigo para digerir.

Ahora sólo quedaban unas nubes en el cielo distante, rayos de sol que se hacían paso a través de ellos, tales agujas en la piel, quedando atrapadas en la protección solar de la ciudad, en su capa de smog. Sólo quedaban gigantes de concreto que parecían ir aumentando de tamaño mientras se le acababa el tiempo de vida. Gigantes cuadrados y simplistas que se elevaban a lo alto tratando con ese gesto de alcanzar la redención, el perdón de los prados que estaban pisando, que por años habían estado destruyendo. Sólo quedaba la tibia lengua de un perro, su último aliado, ese ángel incomprendido que cerró sus párpados, imitando el gesto de taparlo con una frazada para que durmiera bien, por última vez.

Y cuando la lágrima bajó, acariciando su mejilla por última vez hasta caer en el frío concreto, un arco iris cruzó los cielos de la capital, de oriente a poniente, tratando de brindar esperanza en un día tan frío como aquel, pero el arco iris mismo fue asesinado por la misma mano que asesinó al otro milagro, pues estaba muy alta, y nadie es capaz de ver a través del humo

No hay comentarios.: