jueves, junio 09, 2005

Paranoico en su justa medida


Hoy tomé el metro. Simplemente me subí y no me bajé mas. Era un viaje a través de un Santiago subterráneo, pulcro y monótono. Tenía un Discman en mis oidos y a través de él violentas y sublimes melodías acariciaban mis oídos torturados. Pearl Jam, Queens of the Stone Age, Rage against the machine, The Mars Volta todos juntos. Juntos y revueltos en una juguera mental provocando las más rutinarias sensaciones.

La busqueda por lo fresco había comenzado y todo avanzaba tan rápido. Las miradas ajenas se distraían en un túnel oscuro y aburrido mientras yo cerraba los ojos y creaba las fantasías ilusorias mas mágicas e inimaginables. Era un viaje sicodélico y anormal por los rincones de mi cerebro. Lugares abandonados dejados a la deriva con una nueva misión. Ser independientes, valerse por si mismos.

De pronto, una ráfaga de sangre a mi cerebro me advertía que debía bajarme. Titubié. Era la hora de la verdad. Era la hora de enfrentar nuevamente el mundo. Era la hora en que todo lo perdido quedaba atrás. Era la hora de activar el mecanismo. Hora de lo rutinario.

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