viernes, abril 29, 2005

Bolsa de Aire II


Actuaré en el momento indicado. Despreocupate totalmente. Duerme tranquilo. Todo está bien. Nada malo ocurrirá. Yo te protegeré. Yo vigilaré que nada malo te pase. Mientras yo esté aquí estas a salvo. Nunca me iré. No te abandonaré. ¿No lo harás tu tampoco cierto?. Te acompañaré para siempre. Solamente seremos los dos. Tu y yo. Nadie más. Te lo prometo. Siempre estaremos juntos. No me quiero separar de tu lado. Estamos a salvo los dos. Todo está donde debe estar. Esta mañana desperté y había un verdugo en mi cerebro, simplemente no era yo. Nos cuidaremos mutuamente. Te haré feliz. Me haces feliz. Siempre juntos. Contigo me siento como en casa. Eres el hombre de mi vida. Me haces tan feliz. Ahora me doy cuenta de todo. Te prometo que no te dejaré. Te cuidaré. Curaré las heridas. Sanaré tus heridas. Mejoraré tus heridas. Siempre aparece ese ardor en el paladar, ese molesto ardor que no puedes dejar de lamer. Nadie te hará daño. Nadie mientras yo esté aquí.

Son sólo promesas, promesas al viento. Promesas mudas y promesas ciegas y promesas sordas. Esas promesas que ya no son nada más que reliquias de un pasado distante. Un pasado que está perdido en la cronología de la vida misma. Promesas y más promesas. Una Bolsa de promesas. Bolsa inocua. Bolsa de Aire. Una bolsa que pesa menos que el aire. Menos que una bolsa de aire. Menos que esa bolsa de aire que no se abrío. Menos que esa bolsa de aire que no se abrió. Menos que la bolsa de aire que... sencillamente no se abrió.

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