viernes, julio 14, 2006

Dominio Astronómico


Hace exactamente una semana, el viernes 7 de Julio, falleció Syd Barret, mi gran ídolo. He estado triste, es verdad, pero no tanto. Barret no ha muerto ni morirá nunca. Su legado ha marcado a muchas generaciones y marcará a muchas más (me marcó a mí).

Todos saben que Barret era un muerto en vida. Su luz se apagó hace más de 30 años. Pero incluso con una carrera musical tan corta, creó piezas musicales superiores a algunos seudo-eruditos musicales que se esconden detrás de un virtuosismo vacío e insulso buscando ser reconocidos como genios.

Barret sorprende... sorprendió, no me acostumbro a la idea de que ya no está... con una ingenuidad musical y una pureza lírica que destaca en demasía. Sus canciones... infantiles, puras, inocentes; sin poseer esa falsa ternura y mamonería de los llamados grupos Emo; canciones que nos llevan a viajar a nuestra infancia; completamente ajenas a la cruda realidad de este mundo. De mejores tiempos. Y es que Barret nunca creció, siempre fué un niño. Quizás por eso prefirió enloquecer que convertirse en un adulto amargado. No era lo de él.

Con el LSD podía hacer realidad sus sueños estando conciente. Lástima que nunca pudo despertar de ellos. Ha sido la única persona capaz de observar cómo se tejía una leyenda en torno a su persona. Morrison, Hendrix, Cobain... todos ídolos reconocidos Post-Mortem.

Sus admiradores nos negamos a creer en las imágenes en que aparece viejo, calvo y gordo. Imágenes que algún hijo de puta las sacó sin permiso, por simple voyeurista. Aunque en realidad esas imágenes no son de él. Barret se disipó completamente en la década del 70. Hace una semana fué el turno de su cuerpo.

He estado triste. Ahora que lo pienso detenidamente. Barret se ha ido. A brillar como un diamante loco en el lado oscuro de la luna. Si es que existe un Dios, probablemente habrá recuperado su lucidez y está por fin andando en bicicleta y jugando con pulpos, gnomos, espantapájaros y el gato Lucifer Sam... recorriendo por completo su Dominio Astronómico. Ése que sólo él conoce... y al cual nos invitó hace mucho tiempo.

Barret... adiós.

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