miércoles, noviembre 16, 2005

Espejo Maldito


Daré inicio con este post una nueva sección, llamada "Conspiraciones". Aquí reuniré historias, anécdotas, profecías y presagios sospechosos y de dudosa creencia, pero inquietantes y no 100% falsos... todos estos relatos con un copy-paste de Internet, no los he escrito yo, sólo los seleccionaré y los reuniré aquí, para el disfrute y el escalofrío de todos.

El rey Humberto I de Italia (1844-1900), figura clave en la Europa de finales del sigo XIX, seria el protagonista de un suceso que hizo correr ríos de tinta y expresiones de terror y fatalidad por todo el país.

El 29 de julio de 1900 el monarca, como impulsado por un indomable presentimiento decidió almorzar en una modesta trattoria que nunca antes había visitado. Ya en su interior, entre plato y manjar, se percató sobresaltado de la similar fisonomía de uno de los camareros. Le mandó llamar a un apartado y allí supo que era en realidad el dueño del local. Cara a cara el rey comprobó que su rostro, orejas, nariz, cabello y estatura eran idénticas. Aquel hombre era una insólita gota de agua, un calco vivo de carne y hueso.

Comentando tan extraña similitud, Humberto I fue palideciendo al conocer que ambos habían nacido el mismo día -14 de marzo-, tenían sendas mujeres del mismo nombre, Margarita; y el dueño había abierto aquel lugar justo el mismo día -9 de enero de 1878- y a la misma hora, en que el rey había sido coronado. Una placa de bronce situada a la entrada daba fe de aquella nueva "coincidencia".

Alucinado por aquel encuentro, el monarca decidió invitar a su sosia al gran festival atlético que se iba a disputar aquella misma tarde en las pistas de Monza. Quedaron en ello, y tras un cordial apretón de manos, comentó, muy impresionado, toda la ristra de casualidades vividas a su nutrido séquito de acompañantes.

Ya en el palco, con un asiento reservado aún vacío para su 'extraño gemelo", el rey tuvo un nuevo presentimiento. Al mismo tiempo, un mensajero avanzó entre el público y le gritó la mala nueva: el dueño del restaurante había sido acribillado a balazos por unos criminales a la misma entrada de la puerta 1. Le habían sorprendido encañonándolo de frente.

Al instante se produjo un natural desasosiego entre los integrantes del palco. Consternado, sin saber bien qué hacer, el gobernante se removió a uno y otro lado para montaren su carruaje sintiendo la punzada del peligro muy cerca; como si fuera consciente de que faltaba un solo segundo para que una pistola traidora, la del anarquista Gaetano Bresci, se le apareciese con su frío destello negro para descerrajarle varios balazos a bocajarro. El monarca quedaba herido de muerte en el interior del coche de caballos.

¿Coincidencia? ¿Vidas paralelas? ¿Sincronicidad imposible? ¿Fuerzas e hilos que se entremezclan en los profundos laberintos del destino? Aquí están los hechos. A ustedes les corresponde opinar.

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