miércoles, septiembre 03, 2003

Profecías destructoras

Un sueño, un despertar intranquilo. Sudor en mi frente, respiración agitada y latidos arrítmicos. Tuve un sueño, una pesadilla. Soñé algo realmente perturbador:

Estábamos en el colegio. Sala de artes. La Sofía entra a una habitación que no existe realmente. Salgo de allí. Voy a la sala y me dicen que…el papá de la Sofía se había muerto. Voy a verla a ella. Esta en esa habitación inexistente y no puedo entrar, no quiero entrar. Una sensación extraña en mi interior.

Salgo inmediatamente del colegio y doy 3 pasos fuera y ya me encontraba en el lugar del velorio. Era en el patio de una iglesia. En una habitación con 2 grandes arcos como entrada, separados por un espacio de muro. Ahí, apegado a ese muro, entre las dos entradas había una camilla. Su padre yacía como si nada. Destrozado físicamente. Le doy una mano, pues estaba vivo, agonizando, pero era como si todos supieran que ya estaba muerto. Sus ojos bañados en sangre. Su boca destrozada. Sus brazos mezclados con su tórax y sus dedos completamente quebrados. Siento su último respiro y me siento. En una esquina. Solo, completamente solo. En ese lugar estaba el Franco, el Israel, el Tomás y la Claudia. A la Sofía no la vi en todo el sueño, sólo su pelo y su espalda cuando estaba entrando a esa habitación desconocida de la sala de Artes. Me despierto.

Horas después ocurre todo. Ella delante de mí como siempre. Yo ignorándola. De pronto, su cabeza se apoya en la muralla, como en un gesto de cansancio y yace postrada ahí por un largo rato. Le debe de haber parecido una eternidad.

La Débora se da cuenta y nota que le ocurre algo. Todos miran, ella en esa misma posición balanceando su cabeza como si no estuviera conciente. De pronto, lo más extraño. El mismo sentimiento raro del sueño. Me pregunto si habré previsto que a ella le iba a ocurrir algo malo o simplemente fue coincidencia. Me pregunto cómo estará y cuándo me enteraré de qué fue lo que ocurrió, aunque no puedo evitar pensar que quizás la culpa es mía. Me pregunto si estará pensando en mí. Me siento como una basura.

Yo todavía te quiero, es más, a veces realmente me cuestiono si sigo enamorado de ti. El bloqueo en estos momentos es más grande que nunca. Ahora mas que nunca tengo miedo de tu mirada. Me puedes llamar cobarde y todo lo que quieras. Lo acepto. Lo admito. Soy un maldito cobarde. Sólo déjame decirte una cosa, una cosa simple y sencilla. El silencio es la expresión más sutil de la Venganza.

Lo siento, perdóname si te he causado algún daño. Me siento mal conmigo mismo, pero es lo que debo hacer, no es que quiera, es que lo necesito. A veces el silencio es lo más dañino. Quizás tienes la media cagá por dentro por mi culpa, pero lo siento. No puedo hacer nada por evitarlo. Piensa que ya no quiero sufrir mas por ti, y si aparentemente este silencio no tiene motivo alguno, pues si lo tiene. Es para ver prados más verdes, cielos más distantes y universos más interminables. Por favor, perdóname si es que te hago sufrir, ten en mente que esta será la última vez que lo haré, y esta es la última vez que escribiré sobre ti.

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